Hay decisiones que marcan la diferencia entre civilización y barbarie. Esta es una de ellas.
El gobierno dominicano ha decidido mutilar el Jardín Botánico con la excusa de “mejorar la fluidez vehicular”. ¿Puede llamarse visión sacrificar un pulmón verde para ocultar el fracaso histórico de la movilidad nacional? No. Esto no es planificación: es barbarie disfrazada de modernidad.
El Jardín Botánico no es un lujo: es vida. Es el último respiro de una capital que se asfixia en humo, ruido y cemento. Arrancarlo para abrir más asfalto es como amputarse los pulmones para correr más rápido.
Ningún país que respete la vida mutila sus reservas naturales para tapar la improvisación de sus gobernantes. Pero esta no es solo una decisión equivocada: es la prueba de que el poder sigue en manos de hombres miopes que hipotecan el futuro por minutos en el tránsito.
Hace décadas, Joaquín Balaguer —con todas las críticas que merece su legado— entendió que la planificación urbana era la base del desarrollo. Por eso construyó parques, avenidas y áreas verdes que todavía hoy amortiguan el caos.
Si no fuera por esa visión, Santo Domingo sería una jungla intransitable. Después de él, ¿qué vino? Gobiernos sin propósito, que cambiaron la visión por parches y la ética por clientelismo.
Las cifras son un grito que no se puede silenciar: la República Dominicana tiene más de seis millones de vehículos, y 3.5 millones son motocicletas: el 58 % del parque vehicular. Este dato no es cultura popular: es el retrato brutal de gobiernos que renunciaron a planificar.
El costo humano es devastador: en lo que va de 2025, más de 1,400 dominicanos han perdido sus vidas en accidentes de tránsito, y más del 70 % de esas tragedias involucran motocicletas. Desde hace años, el país ocupa uno de los primeros lugares del mundo en muertes por accidentes viales, un ranking que nos llena de vergüenza y dolor.
En promedio, cerca de siete dominicanos pierden la vida cada día en accidentes de tránsito. Y no hablamos de palomas ni de pollos: hablamos de vidas humanas. Cada día, siete familias dominicanas reciben la peor llamada: que un hijo, un padre o una madre no volverá a casa.
Si esto no es violencia, ¿qué lo es? No solo se mata con fusiles —como en las dictaduras sanguinarias— también se mata con la falta de oportunidades, la ausencia de visión, la falta de formación humana, educación urbana, cívica y moral. Se mata con el clientelismo y la opresión de un sistema que prefiere perpetuar la miseria antes que planificar el desarrollo.
No es casual que la nación esté atrapada en este desorden. Como dice la Escritura: “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena; pero bienaventurado el que guarda la ley” (Proverbios 29:18). Y cuando el pueblo se desenfrena, la anarquía y la muerte se convierten en normalidad, porque quienes gobiernan lo hacen sin propósito ni dirección.
Por eso necesitamos recuperar la visión. Porque está escrito: “Donde no hay visión, el pueblo perece”. Hoy, nuestra Constitución —nuestra ley suprema— nos ordena construir un Estado Social y Democrático de Derecho. Esa debe ser nuestra visión. Pero la partidocracia la ignora y la traiciona, y ha hecho del atraso su negocio.
Independientes
Y que nadie se engañe: ese cambio no vendrá de la partidocracia. El pueblo dominicano debe empoderarse para respaldar candidaturas independientes auténticas, libres de ataduras a ese sistema extractivo y comprometidas con hacer realidad el Estado Social y Democrático de Derecho.
En el Frente Cívico y Social asumimos esta lucha como un compromiso irreversible con la nación. No buscamos parches: buscamos un cambio estructural que devuelva al pueblo su derecho a vivir con dignidad, en un país planificado, seguro y justo. Nuestra hoja de ruta es clara: Orden, Justicia e Igualdad de Oportunidades.
El Jardín Botánico no es solo un jardín: es la línea divisoria entre el país que improvisa y el país que se atreve a planificar su futuro. Porque gobernar no es mutilar pulmones: gobernar es anticipar el porvenir y garantizar la vida.
Hoy, más que nunca, el pueblo tiene el poder de romper la cadena de improvisación. No es un sueño: es un deber histórico. El futuro comienza cuando decimos basta y elegimos gobernarnos con visión. Porque la miopía en el poder mata tanto como la dictadura; solo que lo hace en silencio, con asfalto, humo y miseria.
Visión es vida. Miopía es muerte. Elige la visión.
¡Despierta, RD!
jpm-am
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