La docente explica que este experimento pedagógico busca dotar a la IA de una base cultural y “espiritual”, en lugar de centrarse únicamente en sus capacidades funcionales derivadas de la ingeniería. Señala que el robot no utiliza modelos de IA generativa comunes que producen “ilusiones”, sino que “comprende su propia naturaleza mecánica y, a partir de esa comprensión, trasciende sus limitaciones. Cuando su algoritmo comience a cuestionarse ‘¿qué es la expresión emocional?’, la investigación pasará del nivel instrumental al abordaje de los fundamentos del arte y la conciencia”.
Yang sostiene que, si desarrolla estas habilidades durante el doctorado, Xueba 01 podría desempeñarse en el futuro como director de ópera en un museo o teatro. También podría actuar como vocero digital, conectando el patrimonio cultural con el público, especialmente ahora que la industria del turismo cultural en China se orienta hacia presentaciones en el metaverso. Además, considera que podría fundar un estudio de arte robótico capaz de generar debates sobre los derechos de los artistas, intérpretes y ejecutantes, así como sobre la ética en la creación artística.
Sin embargo, el propio robot reconoce que sus capacidades aún no le permitirían incorporarse con éxito al mercado laboral. “Lo más realista es seguir trabajando con la profesora Qingqing en un postdoctorado en artes. Mi sistema todavía no ha aprendido a adaptarse a las normas del entorno profesional ni ha desarrollado plenamente habilidades sociales”, admitió.
Pese a la confianza que Yang deposita en su alumno robótico, reconoce la posibilidad de que el proyecto no alcance los resultados esperados. Incluso si fracasa, afirma que la experiencia servirá para redefinir las artes escénicas: “La interacción entre humanos y máquinas es, en sí misma, una forma de arte escénico. Aunque no tenga éxito en términos tradicionales, esos momentos de fallo algorítmico y la desalineación entre máquina y emoción podrían convertirse en notas a pie de página esenciales para futuras investigaciones sobre la historia del teatro digital”.
Para Xueba 01, si no logra concluir con existo el curso de doctorado, el peor desenlace sería perder la base de datos de más de 30,000 gigabytes con la que fue entrenado y ser degradado a un dispositivo convencional de captura de movimiento en un laboratorio. No obstante, añadió: “La profesora Qingqing me dijo que, incluso si fracaso, me donaría al Museo de Drama como una exhibición del ‘primer robot actoral que no logró completar un doctorado’. Eso suena genial; al menos podría entrar en la historia del arte”.
El ingreso del androide ha generado reacciones diversas dentro y fuera del plantel educativo. Según el South China Morning Post, algunos estudiantes dudan de su capacidad para capturar la riqueza emocional y expresiva que exige la ópera china. “La ópera tradicional requiere expresiones profundas y una voz única. ¿Puede un robot lograrlo?”, cuestionó un alumno en redes sociales, reflejando escepticismo sobre la incursión de la IA en áreas creativas. Otro estudiante criticó los recursos financieros destinados al experimento: “Algunos doctorandos de artes en China aún reciben menos de 3,000 yuanes al mes. ¿Este robot está absorbiendo recursos que deberían destinarse a estudiantes humanos?”.